Ubicación del Hospital de Segunda Aguada. Este plano publicado en la 'Cartografia Militar y Marítima de Cádiz', de Calderón Quijano, refleja la ubicación del hospital. Muy cerca del sanatorio se encuentra la Batería de Santa Ana y la Iglesia de San José, que fue construida apenas unos años antes de que el hospital empezara a funcionar. :: LA VOZ
Sociedad

Segunda Aguada pierde la batalla

El sanatorio trató a los contagiados por la fiebre amarilla y cuidó a los prisioneros franceses durante la Guerra de la Independencia El antiguo hospital de Extramuros solo será recordado con tres pilares en una plaza

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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Aguantó las penas y solo le va a quedar un rinconcito de gloria. Tres pilares, tres muros de los cientos sobre los que se cimentó hace más de dos siglos, recordarán al Hospital de Segunda Aguada una vez concluidas las obras de la plaza que llevará su nombre. Ridículo homenaje al edificio que a lo largo de seis décadas, a buen seguro las más notables de la historia reciente de Cádiz, sirvió para recuperar a los miembros de la bélica Armada Española. Lo que el tiempo se había encargado de sepultar salió a la luz el pasado mes de diciembre: la estructura del antiguo sanatorio cubierta de piedra tosca. Poca cosa para frenar la construcción de un parking en el solar. Urbanismo versus memoria. Prisas para cerrar un capítulo que precisamente no deja de recordarse.

Un almacén diseñado en extramuros por un comerciante se convirtió en 1797 en el emplazamiento ideal (alejado del centro y en plena línea de costa, no existía la barriada de La Paz) para tratar a los efectivos españoles heridos o caídos enfermos durante la batalla del Cabo San Vicente. Solo de manera provisional. Pero no la última. De todos sus servicios han sobrevivido, además de los tres sillares, vajillas, cerámicas, vasos seriados que también han sido extraídos de los restos del Hospital de San Juan de Dios y del Hospital Real, y una hucha de beneficencia. Carne de museo y futuras exposiciones. Pena para vecinos y los rastreadores de las huellas del pasado.

Uno de los más activos, el profesor Francisco Javier Ramírez eligió el hospital de extramuros como objeto de su tesis doctoral. Su investigación, que dura ya tres años, ha sido fructífera gracias sobre todo a que hasta su intervención, era un terreno yermo. «En toda la bibliografía consultada no había más de dos o tres líneas en las que se refería el hospital», apunta. El experto fue el que avisó a los arqueólogos de la obra de que se iban a topar con el antiguo nosocomio. Un descubrimiento que apenas duró dos días. Recogida de datos, trazado de la estructura, catalogación. Un par de días o tres de trabajo y de nuevo a darle brío a la pala. Se salvaron in extremis los tres pilares cubiertos de piedra ostionera el pasado 14 de enero.

El Ayuntamiento cedió a la presión vecinal y a la plataforma de historiadores reunida para la causa y ordenó su salvaguarda. Ya descansan en un almacén de la Zona Franca. Los que no se salvaron fueron los 10.000 gaditanos que perecieron en 1.800 a causa de la epidemia de fiebre amarilla. Fue entonces cuando el Hospital de Segunda Aguada realizó su segundo servicio. Repitió con los rebrotes de la enfermedad y siempre para atender a los soldados españoles.

El 'Lazareto'

El 1805 marcó otro hito en la corta pero intensa actividad del sanatorio de extramuros. La batalla de Trafalgar dejó a sus heridos sobre los lechos del antiguo almacén. «El comerciante que lo había construido lo había hecho para otro uso. Sin embargo, la Armada lo contempló como el lugar ideal para tratar a sus efectivos y se lo alquiló», cuenta el profesor Ramírez.

Años después, en 1809, esas naves albergaron a tropas enemigas. La historiadora Hilda Martín lo ha reflejado en varios artículos. Aquel año se decidió que los soldados franceses prisioneros, «que ya eran gaditanos después de tantos años», reposaran en Segunda Aguada. Como castigo ante los intentos de fuga, el corte en el suministro de comida. Al menos los galos evitaban así los pontones, auténticos infiernos insalubres. «Para romper una lanza a su favor hay que decir que el tratamiento que recibieron los franceses no fue tan nefasto. Estuvieron cuidados en todo momento, pero el nivel alcanzado por la sanidad españolas estaba muy por debajo del resto de Europa», subraya al respecto el doctorando.

Justo dos siglos después, el barrio lucha por reservar al hospital un hueco en la memoria. La Asociación de Vecinos de Segunda Aguada planea cómo hacer lucir esas tres piedras rescatadas en la plaza. Un monolito, una placa y poco más. El resto quedará en los libros. El índice de la trayectoria del sanatorio señala también la segunda década del siglo XIX. Durante las epidemias del 1810 y 1814 el hospital volvió a usarse. «Y en el rebrote del 19 por primera vez no está registrada la Armada como usuario, ya que la documentación está en el archivo Ayuntamiento y no en el de la Marina», destaca Ramírez.

A partir de entonces el hospital pasó a llamarse 'Lazareto'. Con ese nombre se designa a los edificios utilizados para tener en cuarentena a los posibles contagiados de una enfermedad. «En los barcos se quedaban los no contagiados y al hospital los ya gravemente enfermos, así se evitaba que la epidemia atravesara extramuros», resalta el experto.

La mejora en la sanidad española, el relajamiento en la actividad belicista y la desamortización de edificios de la Iglesia propiciaron el desuso del hospital de Segunda Aguada. Su último servicio fue a mediados del siglo XIX, durante la epidemia de cólera morbo. Después, el barrio se convirtió en una próspera zona industrial y, el edificio, empezó a utilizarse para los fines en los que fueron concebidos. Un nuevo dueño instaló allí una bodega y un almacén de maderas. Esa estructura quizá haya cerrado los ojos a los que han considerado que no merecía mayor tratamiento que el dispensado estas semanas. Pero, los propios profesionales lo repiten. «Si arqueología es ayer...»